FRANCISCO ARJONA HERRERA «CUCHARES» FAMOSO TORERO ROMANTICO
Francisco Arjona Herrera llamado "Cúchares", Nacido el 19 de mayo de 1818 en Madrid, en la calle huertas 6 y murió en la Habana (Cuba) el 4 de diciembre de 1868.
Es una de las figuras más representativa en la Historia de la tauromaquia. Francisco Arjona Herrera (Cúchares) es un caso típico de aptitudes naturales para la profesión taurina. Su padre, Manuel Arjona (Costuras), fue un banderillero vulgar; pero por parte de su madre le venía un abolengo glorioso en el toreo , María que así se llamaba, era sobrina carnal del famoso Francisco Herrera Rodríguez , que hizo célebre el sobrenombre de Curro Guillén
Erróneamente se había creído que Cúchares fue sevillano; pero lo cierto es que nació en Madrid el 19 de mayo de 1818, en el número seis de la calle Huertas, según consta en su partida de bautismo, que obra en el archivo de la Parroquia de San Sebastián; pero como a los tres años de su nacimiento sus padres se trasladaron a Sevilla y allí permanecieron el resto de su vida, durante tiempo se pensó que era sevillano. Además, su carácter y modo de ser era más andaluz que castellano.
Suprimida la Escuela de Tauromaquia por real orden, en 15 de marzo de 1834, dictada por el ministro don Javier de Burgos, el adolescente Arjona quedó bajo la protección del célebre diestro Juan León, que habiéndole visto actuar, quedó prendado de sus asombrosas aptitudes para la lidia.
A pesar de sus pocos años, Juan León "el Leoncillo" le alistó de banderillero en su cuadrilla, y eran evidentes sus capacidades técnicas, el arte, la gracia y estilo con que llenaba sus intervenciones y la cosecha de aplausos que recogía del público donde toreaba.
El año 1838 dispuso el maestro que su discípulo predilecto matase en algunas corridas en provincias, alternando intervenciones por Andalucía y la Mancha hasta 1840. Los triunfos obtenidos fueron tan importante y populares, que la afición madrileña quiso conocer al novel matador, que a pesar de su juventud gozaba de verdadera notoriedad. La Empresa accedió a la general solicitud y le contrató para la temporada. Recibió la alternativa de manos de Juan Pastor "el Barbero", que había sido colega suyo en la Escuela de Sevilla.
El público de Madrid, que era entonces el que más entendía de toros, admiró la manera con que el joven diestro manejaba la capa y la muleta y le colmó de ovaciones. La graciosa movilidad de su estilo, pleno de adornos y filigranas del más puro estilo sevillano, gustó; pero la afición no quedó del todo satisfecha con su modo de dar muerte a los toros. Hacía falta más decisión y empuje que los que él desarrollaba. Sus buenos amigos , se lo advirtieron y le aconsejaron; y él, deseoso de dar gusto, decidió mejorar y desarrollar sus capacidades en plazas de provincias.
Cinco años duró su ausencia del coso madrileño , durante ese tiempo, perfeccionó bastante la suerte de matar. Cuando creyó haberlo logrado, reapareció en Madrid el año 1845, alternando con su maestro Juan León "el Leoncillo" y con el inmenso José Redondo "Chiclanero", que ya pisaba las cumbres de la tauromaquia.
Cúchares, envanecido con los aplausos que le tributaban a raudales, y con la enorme popularidad de que disfrutaba en Madrid, gracias a su amigo íntimo, el simpático sastre de la calle de Toledo, don Antolín López, estimó que podría competir con Redondo con probabilidades de vencerle. Y ése fue su gran error.
Sin restarle mérito a la labor de Arjona, había una enorme distancia entre él y el diestro de Chiclana. Era éste un torero completo, como no ha habido ninguno, si se ha de creer a todos los que han ejercido la crítica taurina. La capa y la muleta en sus manos, adquirían la severidad clásica y majestuosa, creada por los rondeños. Recibía los toros a la muerte con la perfección y serena justeza que los recibiera Pedro Romero, y acometía y consumaba el volapié tan limpiamente como Costillares. Pues bien: con un hombre de tales arrestos y sabiduría torera, quiso competir Cúchares, empujado por el apasionado afán de sus amigos y dominado por el amor propio que le ahogaba.
Duró aquella desigual competencia, que recuerda la del Espartero con Guerrita, todo el año 1851. siendo derrotado Cúchares en toda la línea.
En su época fue el torero más popular y querido. En el comienzo de su carrera demostró gran valor, y algunas veces, temerario arrojo; pero después, cuando se adueñó del público, se cuidó frente a las reses. Era necesario que el toro fuese bravo, pastueño y dócil al engaño, para que él ejecutara todo lo que sabía, que era mucho.
Patriota exaltado, demostró con hechos evidentes su amor a España. Cuando marchaban a África nuestras tropas para combatir con los marroquíes el año, 1859, un día, al ver desfilar una brigada que iba a la guerra, Cúchares, enardecido y entusiasmado, dio a los soldados cigarros, dinero y cuanto llevaba en los bolsillos, y dirigiéndose al general que los mandaba, le dijo, emocionado:
«Mi general, ya no me queda nada encima, pero cuanto hay en mi casa es del Ejército. Disponga de setecientas cabras, setenta cerdos .y algunas vacas. Es cuanto poseo, y además, lo que gane.»
No cabe mayor desprendimiento. Conducta tan dispendiosa le preparaba una vejez triste y pobre, y para procurarse algunos ahorros aceptó una ventajosa contrata para La Habana, cuando ya contaba cincuenta años, que para un torero es la senectud; y aunque la familia hizo todo lo imaginable para disuadirle, allá fue, y antes de torear la primera corrida murió víctima fiebre amarilla ó vómito negro.
Con sus amigos fue pródigo hasta el despilfarro. Quería entrañablemente a don Juan Álvarez Mendizábal, que, como es sabido, murió casi en la indigencia. Pues bien: al saber que estaba gravemente enfermo y que carecía de medios suficientes para hacer frente a su necesidad, le visitó y al contemplar aquel cuadro de miseria, acercándose a la cabecera de la cama, le dijo: «Señor don Juan, que aquí no se carezca de nada, que vengan cien médicos, que yo pago, y ahora no traigo más, ¡ caramba! ; pero ahí queda eso, y volveré.» Y le dejó debajo de la almohada un taleguillo que contenía ocho mil reales en oro.
Falleció el 4 de diciembre de 1868 en la capital cubana, donde fue enterrado. En 1885 sus restos son trasladados a España y reposan en la parroquia de San Bernardo de Sevilla.
Click para remitir comentarios
Muchas Gracias!
Alejandro Recio & Paco Domingo.
Películas
Libros